Una de las grandes oportunidades que nos brinda la vida es la de conocer y relacionarnos con nuestros semejantes. Muchos de nosotros, por no decir todos, nos topamos en nuestra existencia con personas que nos dejan huellas y nos sirven de lección.
Si nos inclinamos a pensar que somos seres vivientes llenos de energía y que vibramos de acuerdo con nuestros pensamientos, seguramente encontraremos a personas que de alguna manera nos brinden la oportunidad de avanzar humanamente, como es la de tener tolerancia, bondad, empatía y compasión.
También este encuentro con otros nos da la oportunidad de compartir experiencias que posiblemente nos lleven a educarnos y a observar el rol que podemos desempeñar en favor de nuestros semejantes. Por lo tanto, no desaprovechemos las oportunidades que la vida y el universo nos brinda.



Entonces, ¿cómo tener o formar relaciones sanas?
Si partimos de la idea de que en la vida no existen las casualidades y si las causalidades, podríamos inferir que las personas que de alguna manera se han topado con nosotros han sido el producto de la frecuencia en la que estamos vibrando. Entonces, ¿por qué desperdiciar esas buenas oportunidades que se nos presentan y que han sido forjadas por nosotros?
Sin duda que una buena relación surge cuando evitamos al máximo situarnos en el rol de ser jueces y emitir juicios de algo que no sabemos ni conocemos. Primero, el gran maestro, llamado Jesús de Nazareth, dijo: «Que tire la primera piedra aquel que esté libre de pecado». Segundo, tenemos que aprender a escuchar. Esto es parte de adquirir destrezas de comunicación. Tercero, aceptar que, aunque no estemos de acuerdo con algunas premisas de las personas con quien nos topamos, eso no te da el derecho de pensar que tienes la verdad absoluta.



Existe un libro en el mercado llamado Los Cuatro Acuerdos, y dice que deberías ser impecable con tus palabras, además de no hacer suposiciones. Cuando eres bueno para los demás eres bueno para ti mismo. Una vez te des cuenta de que tienes la capacidad de apreciar tu alrededor y de observar de que en cada persona existe algo positivo, tu concepto de con quien podrías compartir tu entorno de una manera más íntima y de estar a tu lado se agudiza. Esto hace que las posibilidades de establecer una relación sana y saludable sean mayores, independientemente de tu deseo de tener una bella amistad, o de formar una relación.
Acuérdate, que ese gran amor de tu vida es también tu gran amigo. Las relaciones sanas, son aquellas relaciones sin egoísmos, sin celos, sin juicios. Cuando nos demos cuenta de los talentos que poseemos y que podemos ser de gran ayuda para los demás, entonces esas perturbaciones mentales y sin valor como son los pensamientos negativos hacia los demás y que no aportan nada bueno, desaparecerán de nuestro pensamiento.
No te detengas de irradiar magia a través tus pensamientos, palabras y acciones. No tengamos miedo de conversar, de alegrarnos de las vivencias y éxitos de los demás. Acuérdate de algo, que, si piensas con magia, alegría, y amor, es precisamente en eso que te vas a convertir. ¿Sabías algo?, las personas que pueden disfrutar y observar lo maravilloso que hay en las otras personas, son inmensamente más fabulosas, sabias, prósperas y mágicas.
Tú observas lo que existe en las personas, porque ya existe en ti. Por lo tanto, entre más disfrutes de la belleza de los seres humanos, más vas a disfrutar de tu ser interno, y seguirás irradiando belleza, iluminado corazones y aún más, sembrando amor que es la esencia primordial que mueve al mundo. Y eso lo alcanzan los seres humanos fascinantes como tú. No lo dudes un segundo. ¡Atrévete a ser feliz y cultivar relaciones sanas!
Cesar A. Galvis